dimarts, 26 de juny del 2012

Juan el de los saltos


(En ocasió de la festa del naixement de Joan Baptista)

Dolores Aleixandre, Vida Nueva  

Quedan solo unos días para su fiesta y me decido por incorporar a su celebración un elemento que complete su imagen dominada por lo anti-fashion de su vestimenta y de su dieta “nouvelle cuisine” de saltamontes aromatizados a la jalea real silvestre.

Y lo que quiero recordar son sus brincos de alegría en el vientre de su madre, dato de su etapa fetal que dice tanto de su personalidad como el de su actividad de bautizador.

Leo una frase del Maestro Eckart con la que presiento hubiera estado muy de acuerdo Juan de haberla conocido:

“Hablando en hipérbole, cuando el Padre le ríe al Hijo, y el Hijo le responde riendo al Padre, esa risa causa placer, ese placer causa gozo, ese gozo engendra amor y ese amor da origen a las personas de la Trinidad de las cuales una es el Espíritu Santo”.

Asociamos con total naturalidad al comportamiento eclesial lo serio, lo grave, lo solemne y lo circunspecto y se nos llena la boca (bueno, a quien se le llene) con los términos “sacrosanto”, “sagrado”, “digno” y “venerable” , como si se diera por descontado que todo eso le es más agradable a Dios que la alegría, la jovialidad, la frescura, la risa y el humor.

Y sin embargo, de alguien tan respetable en la tradición cristiana como Juan, lo primero que sabemos es que hacía algo tan gozoso, libre y espontáneo como bailotear en el poco espacio que tenía disponible en aquel momento.

¿No podríamos deducir que era “Precursor” de Jesús también en esto? ¿No estaba abriendo el espacio para que irrumpiera por los caminos de Galilea la ráfaga de su libertad, su alegría de vivir en la presencia de su Padre, su capacidad de demostrar ternura, de hacerse amigos, de disfrutar comiendo y bebiendo en compañía?

Juan el Saltarín, por favor, ruega un poco por nosotros.

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