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dissabte, 26 de març del 2016

dissabte, 14 de setembre del 2013

El fariseu que no calla: sobre el pecat i l'amor

Aquest home acull els pecadors i menja amb ells (Lc 15,1-10)


"Cada vez que aparece la palabra de Cristo hablando sobre el Amor indiscriminado de Dios, la fórmula farisea se cumple y aparece alguien presentándose a “recordar que es preciso hablar del pecado”. No sea cosa que mientras sus palabras están sanando, liberando o consolando a otrxs, a alguien se le vaya a escapar que el pecado existe y hay que condenarlo.

Así que en la vida física y en la virtual, en la individual y en la comunitaria, allí donde algún Cristo venga a pregonar el amor escandaloso, hay que presentarse y decir: “sí, todo muy lindo con el amor, pero ¡cuidadito con el pecado!"

Yo pienso que con cuidadito debemos andar nosotrxs. Pero no del pecado, sino del fariseo que todxs llevamos dentro y en contra del cual SIEMPRE el evangelio habla (¿se dieron cuenta de que Jesús se la pasaba condenando todo el tiempo a los que señalaban el pecado de los demás y a los pecadores les decía “yo no te condeno”?)

Porque una de las diferencias que había entre Jesús y los fariseos, fue que los fariseos veían el pecado como algo por lo que valía la pena matar, mientras que Cristo lo veía como algo por lo que valía la pena morir."

(Laura Abate, teòloga d'Argentina).

diumenge, 2 de juny del 2013

Solemnitat del Cos i la Sang de Crist


"Ens donà per a la nostra salvació tot allò nostre que havia assumit. Perquè, per reconciliar-nos, oferí el seu cos a Déu Pare com a hòstia en l'ara de la creu, i vessà la seva sang perquè fos ensems preu i purificació nostra, perquè redimits de l'esclavitud miserable ens veiéssim lliures de tot pecat. 

I perquè ens restés memòria perpètua d'un tan gran benefici ens deixà el seu cos com a menjar, la seva sang com a beguda; deixà el seu cos i la seva sang as fidels perquè ho mengessin sota les espècies de pa i de vi...

Fou el més gran dels miracles que ell va fer, i el deixà com a consol especialíssim als entristits per la seva absència" (S. Tomàs d'Aquino).

dissabte, 16 de febrer del 2013

Quaresma: Del dol a la dansa


CAMBIASTE MI LUTO EN DANZA
Esa “escuela de danzantes” que llamamos Cuaresma


Dolores Aleixandre

Vivir la Cuaresma desde la insistencia en nuestra necesidad de conversión como única “banda sonora”, puede tener el efecto contrario de lo que pretende y convertirnos (mira por donde…) en gente frustrada por no alcanzar tan altas metas de perfección o, siguiendo la metáfora de la danza, agarrotados tímidamente en un rincón de la sala de baile, torpes de pies y duros de oído para captar la música que intenta seducirnos con su ritmo, incapaces de aventurarnos en un movimiento que no sabemos dónde puede conducirnos.
Biblioteca de l’École Biblique de los dominicos en Jerusalén: dos de mediodía, allá por abril del año 87. La sala desierta y yo sentada delante de una mesa llena de libros y diccionarios, con toda una tarde de estudio por delante y conectada, como único consuelo, a una emisora de música clásica a través de un pequeño transistor.

Desde mi vocación frustrada de directora de orquesta y aprovechando la soledad, me puse a dirigir con la derecha la Sinfonía 40 de Mozart, mientras sostenía un libro con la otra mano. Al cabo de un rato, levanto los ojos y veo a un cura pakistaní, vecino habitual de mesa, parado en el umbral de la puerta mirando hacia mí con asombro. Como de lejos mis pequeños auriculares eran invisibles y sólo percibía el frenesí descontrolado de mi mano, debía pensar: “Esta pobre mujer, tantas horas aquí sentada, ha debido trastornarse un poco…”. Hice como que me rascaba la cabeza para disimular, suspendiendo en el acto el concierto. De entrada, me reí por dentro por lo ridículo de la situación, pero luego empecé a verla como una preciosa parábola: ¿y si la fe fuera la música interior a la que damos oído, que nos hace movernos con un determinado ritmo y a realizar unos gestos incomprensibles para quienes no la escuchan?. Y cuando decae nuestra danza ¿no será porque nos hemos desconectado de la frecuencia del Evangelio?

Recuerdo la anécdota al comenzar esta Cuaresma porque me sigue pareciendo que a este tiempo litúrgico le quedan resabios de las costumbres preconciliares y están presentes más componentes de “luto” que de danza. Es verdad que ya no nos dicen aquello de “Acuérdate de que eres polvo y en polvo te convertirás…”, ni vestimos los santos de morado, ni necesitamos tomar la bula (en el colegio nos advertían que no se podía decir “comprar” porque entonces era simonía, pecado con nombre propio que me resultaba a la vez amenazador e interesante). Quizá cantamos otras cosas en vez del “Perdón oh Dios mío, perdón y clemencia, perdón e indulgencia, perdón y piedad”, pero aún escucho en alguna parroquia el espantoso “No estés eternamente enojado” que sigue grabando en las conciencias la imagen de un dios enfurecido e iracundo, que se aplaca inexplicablemente cuando nos ve haciendo el Via Crucis o comiendo los viernes pescadilla en vez de pollo.

Pero eso no son más que anécdotas intrascendentes, porque creo que hay algo que nos paraliza más es una excesiva y monotemática insistencia en los aspectos éticos del cristianismo, que hacen de él una cuestión fría y sin alegría. Comentando las consecuencias de fomentar casi únicamente los “imperativos” en vez de los “indicativos”, dice Klaus Berger: “Es probable, que esta “espiritualidad”, quizá no precisamente dichosa, requiera la ayuda que puede llegarle del modelo del amor y la alegría. Pues probablemente por eso hablan tanto los místicos del siglo XII de amor, de amistad, de abrazar y besar, de alegría contagiosa y de la ternura del corazón: porque la seriedad de la vida austera siempre corre el peligro de malograr el alegre mensaje del Evangelio.(…) Posiblemente son dos las expresiones fundamentales de la espiritualidad cristiana. Una está orientada al Viernes Santo, por mencionar un lugar común, y pone en el centro el pecado, la culpa, el juicio vicario sobre Jesús y la sentencia absolutoria. La otra está orientada hacia la Pascua y pone en el centro la alegría, la bienaventuranza, la transformación y la risa que tiene por objeto la muerte y el diablo. Y no se trata de contraponerlas entre sí, sino de reconocerlas como formas complementarias de piedad.” ["¿Qué es espiritualidad bíblica?. Fuentes de la mística cristiana." Sal Terrae, Santander 2001, 202.204]

Vivir la Cuaresma desde la insistencia en nuestra necesidad de conversión como única “banda sonora”, puede tener el efecto contrario de lo que pretende y convertirnos (mira por donde…) en gente frustrada por no alcanzar tan altas metas de perfección o, siguiendo la metáfora de la danza, agarrotados tímidamente en un rincón de la sala de baile, torpes de pies y duros de oído para captar la música que intenta seducirnos con su ritmo, incapaces de aventurarnos en un movimiento que no sabemos dónde puede conducirnos.

“¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños que, sentados en la plaza, gritan a otros: “Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis”. (Lc 7,31-32). Así se quejaba Jesús, tratando de sacudir, por medio de un refrán popular, la incapacidad de los que le oían para salir de su anquilosamiento y comenzar a moverse en otra dirección diferente de la que esclerotizaba su mente.

Aquí está de nuevo la Cuaresma, dándonos la buena noticia de que tenemos otra oportunidad para danzar, como la tuvo para dar fruto aquella higuera estéril de la parábola de Jesús (Mt 21,18-19). Otra vez resuena en nuestros oídos la invitación de la carta a los Hebreos: “Así pues, nosotros, rodeados de una nube tan densa de testigos, desprendámonos de cualquier carga y del pecado que nos acorrala; corramos con constancia la carrera que nos espera, fijos los ojos en el iniciador y consumador de la fe, en Jesús.” (Hb 12,1-2) El término griego archegós evoca al que va delante, al cabeza de fila, al que inicia la danza, podríamos traducir nosotros, sin equivocarnos demasiado.

Estas páginas van a tener como telón de fondo cinco lugares a los que nos convocan los evangelios domingos de Cuaresma: el desierto de Judea, la montaña de la transfiguración, el pozo de Siquem, la alberca de Siloé y la tumba de Lázaro.

Son lecturas que nos sabemos de memoria (¿otra vez la samaritana? ¿otra vez el ciego de nacimiento? ¡Son larguísimas…!). De ahí la propuesta de aproximarnos a ellas solamente desde alguno de sus ángulos, sin la pretensión inútil de abarcarlas o agotarlas. Entraremos en cada escena por alguno de sus resquicios, tratando de escuchar la música que las habita, sin escapar de las notas desestabilizadoras que resuenan en ellas, aunque nos creen incomodidad y desconcierto. Asociamos espontáneamente la presencia de Jesús al perdón, la paz, la reconciliación o la misericordia y es cierto que en él encontramos centramiento, armonía y luz. Pero los textos que vamos a leer nos descubren que también lo excéntrico, lo paradójico, lo imprevisible, lo inconveniente o lo intempestivo pueden llevar “marcas” de su presencia y pueden movilizar lo mejor de nosotros mismos, con tal que nos dejemos llevar por su ritmo.

En algunos de esos “escenarios de danza” oiremos además otras voces que desde la poesía, la teología o la espiritualidad “eleven los decibelios” de la melodía evangélica y hagan irresistible en nosotros el deseo de danzar. Aquí va, como pórtico, uno de esos textos:

BAILE DE LA OBEDIENCIA
Si estuviéramos contentos de ti, Señor, no podríamos resistir a esa necesidad de danzar que desborda el mundo y llegaríamos a adivinar qué danza es la que te gusta hacernos danzar, siguiendo los pasos de tu Providencia.
Porque pienso que debes estar cansado de gente que hable siempre de servirte con aire de capitanes; de conocerte con ínfulas de profesor; de alcanzarte a través de reglas de deporte; de amarte como se ama un viejo matrimonio.
Y un día que deseabas otra cosa inventaste a San Francisco e hiciste de él tu juglar. Y a nosotros nos corresponde dejarnos inventar para ser gente alegre que dance su vida contigo.
Para ser buen bailarín contigo no es preciso saber adónde lleva el baile. Hay que seguir, ser alegre, ser ligero y, sobre todo, no mostrarse rígido. No pedir explicaciones de los pasos que te gusta dar. Hay que ser como una prolongación ágil y viva de ti mismo y recibir de ti la transmisión del ritmo de la orquesta. No hay por qué querer avanzar a toda costa sino aceptar el dar la vuelta, ir de lado, saber detenerse y deslizarse en vez de caminar. Y esto no sería más que una serie de pasos estúpidos si la música no formara una armonía.
Pero olvidamos la música de tu Espíritu y hacemos de nuestra vida un ejercicio de gimnasia; olvidamos que en tus brazos se danza, que tu santa voluntad es de una inconcebible fantasía, y que no hay monotonía ni aburrimiento más que para las viejas almas que hacen de inmóvil fondo en el alegre baile de tu amor.
Señor, muéstranos el puesto que, en este romance eterno iniciado entre tú y nosotros, debe tener el baile singular de nuestra obediencia. Revélanos la gran orquesta de tus designios, donde lo que permites toca notas extrañas en la serenidad de lo que quieres.
Enséñanos a vestirnos cada día con nuestra condición humana como un vestido de baile, que nos hará amar de ti todo detalle como indispensable joya. Haznos vivir nuestra vida, no como un juego de ajedrez en el que todo se calcula, no como un partido en el que todo es difícil, no como un teorema que nos rompe la cabeza, sino como una fiesta sin fin donde se renueva el encuentro contigo, como un baile, como una danza entre los brazos de tu gracia, con la música universal del amor.
Señor, ven a invitarnos.
(Madeleine Delbrel)
Via Eukleria 

dilluns, 24 de desembre del 2012

Maria, anaphônein


"El episodio de la Visitación de María a su prima santa Isabel ofrece una lectura más profunda de lo que aparece a simple vista. No se trata sólo de un afectuoso y cordial saludo entre dos primas embarazadas, sino de una profecía que se cumple y que apunta a un cumplimiento futuro más pleno. Dice el texto: “Isabel, llena del Espíritu Santo, levantó la voz con gran clamor y dijo: Bendita entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lc 1:41-43). Para introducir el saludo de Isabel, Lucas utiliza el verbo “anaphônein” que es una palabra rara en la Biblia y que pertenece exclusivamente al vocabulario litúrgico, al canto de los levitas llevando el Arca de la Alianza (1Cr 16:4, 16, 6.42, etc). “Todo Israel acompañó al Arca de la Alianza, cantando al son de los cuernos, las trompetas y los címbalos, aclamando (anaphônountes) al son de liras y cítaras” (2 Cr 5:13). Cuando David decide trasladar el Arca desde la casa de Aminadab a Jerusalén, “danzaba con todas sus fuerzas y cantaba al son de cítaras, arpas y panderos…”, y se preguntó: “¿Cómo podrá entrar a mí el Arca del Señor?” (2 Sm 6:9). Lucas nos está describiendo la subida presurosa de María a la montaña de Judea (Lc 1:39), con el trasfondo de la subida del Arca hasta Jerusalén. Así como el Arca de la Alianza se alojó durante tres meses en casa de Obededón y le fue motivo de bendición y prosperidad, la estancia de María, “la Madre del Señor”, también durante tres meses en casa de Zacarías es causa de alborozo del niño Juan en el seno de su madre y del cumplimiento de la promesa que Dios había hecho a Zacarías. Si en la escena de la Anunciación María aparece como “Templo”, en la de la Visitación se nos sugiere como “Arca” de la nueva y definitiva Alianza."

Aixï es comprén millor el sentit bíblic de la invocació a María com a “Foederis archa” (Arca de l'Aliança) en la letanía lauretana.

(L'explicació és de Josep Laplana, en el seu comentari diari d'una obra d'art religiós al Facebook, un bon enllaç per a qui tingui moltes ganes d'aprendre i/o aprofundir en la fe a través de la bellesa).

divendres, 14 de desembre del 2012

Genèrics

GENÉRICOS
DOLORES ALEIXANDRE,2-12-2012, Alandar

Voy a decir lo que sigue en voz baja y a escribirlo con lápiz y letra pequeña para que quede entre nosotros: me parece que Dios es un genérico. Voy a repetirlo de otra manera aún más discreta para evitar posibles represalias mafiosas de alguna multinacional farmacéutica: Dios ha elegido estar entre nosotros en formato de genérico. En vez de incorporar el principio activo y la biodisponibilidad de su presencia a alguna corporación reconocida y poderosa (fariseos, sacerdotes o escribas que eran entonces las Bayer, Merck o Roche de hoy), prescindió de la protección de sus patentes y, para estar al alcance de todo el mundo, corrió el riesgo de comercializarse a precio ínfimo y con margen cero de beneficio. (Si a alguien le escandaliza esto de la comercialización, le recuerdo aquella antiquísima antífona de la liturgia navideña que llama a la encarnación admirabile commercium entre Dios y nosotros).

Hoy resulta decisivo el lanzamiento promocional de lo que sea: un medicamento, un famoso, una película o un libro y de cómo se haga esa campaña dependerá la clave de su éxito y su prestigio futuro. Se supone que para promocionar el “evento Jesús” habría que cuidar al máximo las estrategias: cuál sería la población diana, qué emociones despertar, qué sueños poner en marcha, cómo presentar sus rasgos más seductores y lo más impactante de su mensaje.

Al evangelista Lucas le tocó hacer de cronista de la campaña y, dada la rareza de las cosas que pasaron, va preparando poco a poco a los lectores para que no se le desquicien: presenta primero al venerable Zacarías con todos los atributos y cachiperres de la más rancia estirpe: de casta sacerdotal, residente en Jerusalén, con su barba y su incensario y oficiando solemnemente en el templo. A continuación aparece María, genérica total, diminuta e insignificante: joven, pueblerina y domiciliada en una aldea perdida de Galilea, comarca cuajada de indignados y de rebeldes anti-sistema. Pero, mira por dónde, es ella y no el honorable Zacarías la inundada de gracia y la elegida para vivir a la sombra del Espíritu; es ella la primera en escuchar el nombre de Jesús y la invitada a presenciar y participar en la primera mañana de la nueva creación. Ya empiezan a descolocarse las cosas para nuestros ordenados criterios.

Luego llegó la “operación lanzamiento” del Dios-con-nosotros. Qué desatinado y desconcertante resultó su diseño: por qué Belén, por qué un pesebre en una cuadra; por qué en medio de la oscuridad y el anonimato de la noche. Por qué en la peor franja horaria en vez de en el cenit resplandeciente del mediodía y la audiencia; por qué en el extrarradio y no en Eurovegas o en el World Trade Center de Jerusalén. Por qué recibieron su anuncio unos indocumentados y no la gente conglamour, la clase docta, religiosa, pudiente y refinada, capaz de influir en el vulgo. Sin consultar al G8, ni a los lobbies de poder, al FMI o al Banco Mundial. Sin hacer un cálculo del daño irreparable que iba a sufrir la marca Emmanuel y de sus consecuencias en la reacción de los mercados.

Aquella noche fue un “especial genéricos”, destinado a los que nunca verán su foto en el Huffington Post o en la revista Forbes; a los que nunca se sentirán aludidos al leer: “Marca la diferencia. Haz un master”, o “Acostúmbrate a sentirte único”, porque su destino no es ser ni diferentes ni únicos, sino rellenar estadísticas: el 25% en situación de riesgo, el tercio que no llega a fin de mes, los amenazados por desahucio o que ya han perdido la tarjeta sanitaria.

Los signos de la gloria del Emmanuel serán también para ellos: apiñados en torno a Jesús le escucharán proclamarlos “dichosos”, probarán el mejor de los vinos en una boda de pueblo, se sentarán en la hierba y comerán sardinas y pan hasta saciarse.

Estaba con ellos el que no había retenido ávidamente su denominación divina de origen, el que se había despojado de todo prestigio, el que había elegido estar entre nosotros como uno de tantos, como el último del ranking. Y por eso recibió el nombre sobre todo nombre y la marca sobre toda marca.

dissabte, 1 de desembre del 2012

Advent inoportú

Sobre la inoportunidad del Adviento
Dolores Aleixandre
“Levantar los ojos”, ir más allá de lo inmediato que nos ciega y atrapa en redes de deseos insatisfechos, en obsesiones por retener modos de vida que considerábamos definitivos, en temores que embotan nuestro corazón impidiendo el fluir de la vida.

Sí, inoportunidad, no me arrepiento del título, esa ha sido mi impresión después de hacer una lectura seguida de los textos de Adviento. Vienen cargados de tantas palabras resplandecientes: alegría, seguridad, gloria, esplendor, paz, confianza, salvación…, que esa insistencia luminosa resulta casi insultante en estos tiempos de tanta oscuridad.

Puestos a elegir, preferiríamos otras promesas más cercanas a nuestra realidad: en vez de colinas que se abajan y valles que se levantan, esperaríamos el anuncio de que bajan las hipotecas, desciende la prima de riesgo y se eleva la responsabilidad de los bancos que han dejado sin ahorros a tantas familias.

Estupendo que lo torcido se enderece, pero nos suena a música celestial mientras continúen los métodos tortuosos de muchos empresarios para solicitar EREs y mandar al paro a tanta gente.

Baruc nos exhorta a envolvernos en el manto de la justicia de Dios y es una magnífica cobertura pero ¿de qué les va a servir a los inmigrantes sin papeles si se quedan sin la sanitaria?

La teología y sus eruditos se defienden: “Se trata de una perspectiva escatológica”, distinguen. Claro, pero sólo con eso no llego a fin de mes, piensa más de uno.

Jesús, que afortunadamente no era un erudito, propone otras salidas: da por sentada la existencia de situaciones desastrosas que nos sacuden llenándonos de ansiedad y preocupación pero, donde nosotros no vemos más que catástrofes, él ve “señales”.

La condición para descubrirlas es “levantar los ojos”, ir más allá de lo inmediato que nos ciega y atrapa en redes de deseos insatisfechos, en obsesiones por retener modos de vida que considerábamos definitivos, en temores que embotan nuestro corazón impidiendo el fluir de la vida.

Y esas “señales” ¿dónde buscarlas?: en el desierto, responde el evangelio de Lucas en el 2º Domingo, en esos lugares marginales que nos obligan a afrontar sin distracciones esas preguntas de las que tratamos de escapar, que nos inquietan más allá de lo económico y que se enmascaran bajo pretextos de impotencias y desánimos.

Los personajes políticos y religiosos nombrados (Poncio Pilato, Herodes, Anás, Caifás….) quizá fueron peores que los que hoy nos gobiernan pero, a pesar de sus poderes e intrigas, no consiguieron extinguir la esperanza que convocaba la voz profética de Juan desde la periferia.

En la tercera semana las señales se vuelven más concretas: hay que abrirse a la alteridad hasta llegar a compartir con otros, hay que salir del estrecho círculo de “lo mío” para que la esclavitud del poseer deje paso a la libertad de preferir el bien mayor de la relación: la alegría de que una túnica sobrante abrigue ahora el cuerpo aterido de un hermano.

Las señales de la cuarta semana nos devuelven a la belleza de lo pequeño, a la humildad de lo cotidiano: Dios elige como morada a Belén, un pueblo insignificante; y un sencillo saludo, esa experiencia universal de acogida del otro, desencadena un torrente de comunicación entre dos mujeres embarazadas que se llenan de alegría, bendicen y se ríen juntas mientras la vida crece en sus entrañas.

No son señales fáciles ni evidentes porque el Evangelio es siempre un tesoro escondido, un don exigente, una gracia cara. Después de todo, quizá el Adviento pueda conducirnos “oportunamente” hacia ese júbilo que se atreve con tanto descaro a prometer.

diumenge, 25 de novembre del 2012

Humanitzar la humanitat

Una reflexió des d'Amèrica Llatina que pot servir a l'Església d'Europa

Humanizar a la humanidad – ¿Cuando las iglesias van a despertar?, de Ermanno Allegri, Director de ADITAL

“Vine a traer una hermosa noticia a los pobres…” (Lc 4,18-21). Palabras breves y claras, sin rodeos. Así fue como Jesús se presentó en la sinagoga de Nazaret, leyendo las palabras del profeta Isaías. El pobre no es una idea, es gente, persona concreta que sufre. Es urgente retomar el anuncio de Jesucristo, porque nos damos cuenta que esa categoría es amplia y va más allá de los datos estadísticos de la economía. Hay, efectivamente, en América Latina una nueva realidad y, en algunos países, pobreza-hambre-miseria han dado lugar a las nuevas clases con cierto poder adquisitivo. Algunos gobiernos progresistas lograron realizar avances significativos.

Por lo tanto, la sociedad es más compleja y nuestro análisis debe alcanzar mayor profundidad. De hecho, una persona es no sólo economía y consumo; tiene aspiraciones profundas y esenciales en sí misma que se realizan a través de los elementos género, etnia, cultura. Cuando esta realización es negada se crea una multitud de nuevos pobres y excluidos, miles de millones de personas que muchos sectores de las iglesias ignoran por completo y consideran, tal vez, como simples ‘efectos secundarios’ de un proceso social.

Debemos abrir nuestros ojos y redescubrir el significado de nuestro ser cristianos como de Iglesia de los Pobres y lo que ello implica para nuestra práctica. Sin entrar en análisis específicos de diferentes modalidades de pobres, vamos a intentar enumerar las viejas y nuevas categorías de pobres/excluidos sabiendo que esa lista podría ser mucho mayor:

• Los pobres miserables: sin de ropas, hambrientos, víctimas de las especulaciones con los precios internacionales de los alimentos por parte de los bancos de inversión
• Las víctimas de las drogas: los adictos a las drogas, sus familias y las personas que pierden la vida en el submundo del tráfico
• Las víctimas de la violencia en asaltos, venganzas, hostilidad de pandillas, acciones de exterminio y ‘limpieza social’
• Las víctimas de la discriminación: negros, indígenas, habitantes de favelas o barrios muy pobres, enfermos de SIDA
• Los encarcelados
• Los secuestrados
• Los desaparecidos
• Muchos trabajadores en fábricas, en la pesca, la minería…
• Las minorías sexuales: gays, lesbianas, transexuales, travestis
• Las personas sin hogar que viven en la calle
• Los torturados por dictaduras o en las prisiones y delegaciones de policía
• Mujeres, víctimas de la violencia machista asesina, hasta el femicidio
• Las víctimas del tráfico de personas con fines de explotación sexual, explotación laboral y de venta de órganos
• Los migrantes que huyen de las guerras y el cambio climático, o buscando oportunidades de vida
• Los que desaparecen a través de mares, desiertos y fronteras, persiguiendo como sueños empleo y libertad (1)
• Los exiliados por las dictaduras
• La multitud de los que viven temerosos, escondiéndose, por no tener documentos
• Las víctimas de la prostitución, mujeres, niños, niñas, adolescentes
• Las personas con discapacidad por enfermedades, accidentes de trabajo, accidentes de tráfico
• Los que sufren padecimientos crónicos y los enfermos mentales
• Los alienados por las ideologías y religiones (fanatismos, fundamentalismos)
• Las víctimas del alcoholismo
• Las personas sin casa y los desalojados de la tierra que habitaban
• Las personas ingenuas y sencillas, víctimas de los especuladores
• Los débiles y cansados que no soportan más el peso de la vida y las dificultades
• Los ancianos
• Los trabajadores desempleados o con empleos precarios
• Los analfabetos y los que no tienen los medios para continuar sus estudios
• Los enfermos abandonados por los sistemas de salud
• Las víctimas de ‘desastres naturales’, terremotos, tsunamis, inundaciones, huracanes
• Las vidas destruidas por la guerra, un mercado multimillonario en ascenso.
• Los trabajadores rurales sin tierra, sin agua.

Una humanidad cansada, masacrada, agonizante: por mucho menos sufrimiento, Yahveh sintió compasión al escuchar los gritos de desesperación y se puso al lado de un pueblo de esclavos. (Ex 3,7 -8) ¿Y nuestras iglesias?

¿Existen causas, o es que así tiene que ser?

Hoy en día, esas clases de pobreza no son resultado de la falta de recursos para proveer lo necesario para la vida. Los recursos naturales y tecnológicos de que disponemos hacen posible promover un cambio radical en la humanidad. Pero, la acumulación, la corrupción, el saqueo a las arcas públicas, los gastos inútiles, el lujo y derroche, el modelo consumista de desarrollo que gasta irracionalmente las energías del planeta, son estas las raíces de tantas miserias y vidas exterminadas.

La base de la producción no es determinada y orientada por las necesidades vitales de la población del planeta, sino por el mercado teniendo en cuenta el interés y el máximo beneficio del capital.

¿Y el escándalo de los paraísos fiscales? Es la moderna versión capitalista del Paraíso Terrenal, con exclusividad para algunos elegidos: es el asalto más grande desde Adán y Eva.

La crisis que ha vivido el mundo desde el año 2008 ya ha engrosado las estadísticas de los hambrientos en más de 500 millones de personas. Es el crimen global del capital financiero, del dinero que sólo produce dinero, sin producir tan solo un palito de fósforo. Un artículo de la revista Carta Capital, en Brasil, cita a James Henry, especialista en análisis de los paraísos fiscales y explica: “Una elite mundial súper rica explota las brechas existentes en las reglas internacionales de impuestos para ocultar en otros países la extraordinaria riqueza de 21 trillones de dólares, equivalentes a la suma de los PIBs de los Estados Unidos y de Japón (…) 20 trillones de dólares fueron drenados de decenas de países a jurisdicciones protegidas por el sigilo, como Suiza y las Islas Caimán”. (2)

Esta riqueza, continúa la revista citando al mismo investigador, “está protegida por una banda muy bien pagada y esforzada de facilitadores profesionales que trabajan en las industrias de los bancos privados, en abogacía, contabilidad y orientación de inversiones”. (…) “Según los cálculos de Henry, 9,8 trillones de dólares en activos pertenecen a sólo 92.000 personas, o sea el 0.001% de la población mundial. (…) Estas estimaciones revelan una falla sorprendente: la desigualdad es mucho, mucho peor de lo que muestran las estadísticas oficiales”. (3)

92.000 personas que serán juzgadas por Dios en sus responsabilidades en la creación de la miseria y la exclusión. A menos que tomen conciencia a tiempo que su riqueza se está pudriendo como el maná que algunos hebreos “muy vivos”, al cruzar el desierto, recogían y acumulaban para el día siguiente. (Ex.16, 19-20).

El término rico también incluye a personas y grupos que no necesariamente tienen grandes cantidades de bienes y dinero; comprende a muchos profesionales, comunicadores, intelectuales… que venden su inteligencia y capacidades a la ‘bestia fiera’ del sistema dominante para crear y mantener estructuras de opresión y exclusión. (Ap. 13 y 14, 9-11).

En toda esta historia muere gente, mueren millones de personas; los pobres y excluidos mueren abandonados, hambrientos, en condiciones inhumanas, sin poder realizarse como mujeres y hombres libres, hijas e hijos de Dios. Miles de millones de vidas humanas lanzadas fuera de la existencia como si fueran escoria y basura desechable. Y brota una pregunta: ¿”Puede un cristiano, un ser humano tener cuentas en paraísos fiscales; puede ser propietario o Gerente de Banco, fabricar y comercializar armas y diamantes? ¿Puede disfrutar de lujo en sus ceremonias y casas, etc.?”.

Conversión al pobre/Cristo y a la Economía

¿Por qué nuestras iglesias no se declaran ‘estado de calamidad pública’ en sus instituciones y sus actividades ante la emergencia que vive el mundo? La Caridad de los Cristianos (ser para servir) en las relaciones personales y en las cuestiones sociales y políticas debe estar presente y ocupar más nuestras estructuras, nuestro tiempo y nuestras energías. Esta es la Conversión: necesaria y urgente en TODAS las iglesias.

¿Vamos a hacer un alto en el camino? Y, en los próximos cinco/diez años, vamos a contar todos los domingos en las iglesias la parábola del rico comelón y del pobre Lázaro, identificando y llamando al comelón y al pobre Lázaro por sus nombres y funciones en nuestra sociedad actual. Para no ser monótonos, podríamos alternar esta lectura con la del capítulo 25 del Evangelio de San Mateo y las Bienaventuranzas. Y hablar bien claro sobre la condenación que espera a los ricos. Así, incluso alguno que otro puede convertirse (Lc 19, 1-10).

¿Qué comprende la conversión al rostro de Cristo hoy? También conversión al estudio de la economía: sí, convertirnos a la economía significa alcanzar capacidad (ser competentes) para entender los mecanismos de acumulación y explotación; es decir, saber reconocer a los responsables ‘anónimos’ que en reuniones de unas horas deciden sobre la muerte o por la vida de miles de millones de personas. Estos ‘anónimos’ tienen nombres; sabemos quiénes son; los indignados en las calles saben identificarlos. Y así, poder entender la perversidad y el carácter satánico del sistema que el Apocalipsis describe con tanta claridad: Está al alcance de nuestras manos. Es sólo abrir Los Libros y leer y escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias.

El proyecto de los pobres

Las iglesias deben despertar a esta tarea de humanización mundial. Es una auténtica ‘revolución cultural’ la que estamos necesitando en nuestras iglesias. Es lo que nos dice el documento de Aparecida: “La Iglesia es la vivienda de pueblos hermanos y casa de los pobres. (4) (…) Nuestra mayor amenaza es el pragmatismo mediocre de la vida cotidiana de la Iglesia, en la que, aparentemente, todo procede normalmente, pero en verdad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”. (5)(…) La Iglesia necesita de una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad al margen de los sufrimientos de los pobres del continente” (6). La Conferencia de Aparecida y el Foro Social Mundial: Constituyen el Pentecostés del tercer milenio.

Por otro lado, hay mucho dinamismo aconteciendo: Las cuatro Jornadas Teológicas Regionales realizadas a lo largo de 2011 en América Latina y el Caribe (en Guatemala para Centroamérica; en Chile para el Cono Sur; en México para América del Norte; y en Colombia para los países andinos), todas ellas de cara al Congreso Continental de Teología celebrado en São Leopoldo, en octubre de 2012; innumerables semanas teológicas, simposios, cursos y estudios; la actividad de las CEBs y de las Pastorales Sociales; decenas de nuevas teologías que han surgido (teología de la tierra, de la mujer, del trabajo, del negro, la teología indígena, maya, garífuna…), muestran que el Espíritu de Dios habla fuerte al alma de este Continente y que siempre hay gente que hace de su fe y espiritualidad una luz para encarnar y construir el Reino, el gran propósito de Jesucristo.

La historia reciente de América Latina demuestra que los cristianos tenemos capacidad para hacer acontecer este milagro, porque creamos nuevos tiempos en nuestros países colaborando con miles de grupos y movimientos sociales. Incluso tenemos la ‘parresia’ (el valor, el coraje de los apóstoles de anunciar el mensaje) de afirmar que nos convertimos en referencia a otras experiencias en el mundo.

Muy bien escribió la teóloga colombiana Consuelo Vélez (7): “Poco a poco nuestro continente latinoamericano se ha ido posicionando como un interlocutor válido frente a los países del primer mundo y ha fortalecido su identidad cultural y religiosa, dejando de sentirse receptor de todo lo que venga de afuera para ofrecer sus propias riquezas. En el campo teológico esto ha sido claro en la llamada teología latinoamericana que partiendo del método pastoral ver-juzgar-actuar, ha producido una teología capaz de asumir la realidad de pobreza y exclusión que ha marcado tanto la vida del continente y ha ido más allá, asumiendo los nuevos desafíos que se perciben, tales como la cuestión ecológica, la indígena, la realidad de la mujer, la afroamericana, el pluralismo cultural y religioso, etc.”

No vamos a renunciar a la posibilidad de revelar a las iglesias y al mundo lo que el Espíritu hizo surgir en medio de nosotros: es el resultado de la vivencia evangélica y del sufrimiento de tantas vidas ofrecidas en la construcción de la justicia y la democracia. Hay millones de personas de buena voluntad que en nuestras iglesias, en los movimientos sociales o dentro de iniciativas y en diferentes instancias de gobierno miran con angustia y coraje este momento histórico para poner a los pobres en el centro de un proyecto de humanización.

No vamos a dejar que el interés asesino de personas y grupos económicos tome el control de las sociedades del presente y del futuro. Las múltiples crisis que estamos viviendo hoy apuntan a un cambio de época. La historia no debe volver atrás. En 50 años tendremos un mundo radicalmente diferente de lo que vivimos hoy en día, o para bien o para mal: es una tarea para las próximas décadas. Será una larga y penosa gestación porque una era no cambia por decreto o por voluntarismo de unos cuantos iluminados. Los cambios estructurales y profundos, en las iglesias y en la sociedad, solamente serán producidos y sostenidos si se da una multitud de hombres nuevos y mujeres nuevas, honestos y competentes, como protagonistas de este proceso. Comenzando por nosotros mismos.

Notas:

(1) Se estima que más de 20.000 personas murieron en el trayecto por el mar Mediterráneo, intentando llegar a Europa desde África, en los últimos 20 años.
(2) Carta Capital – Brasil, 01.08.2012, pág. 68 y 69. Artículo de Heather Steward, citando a James Henry, autor de El precio del offshore revisado, divulgación exclusiva del Observer.
(3) ibíd.
(4) Documento de Aparecida, 8.
(5) ibíd., 12.
(6) Ibíd., 362.
(7) América Latina. 16.08.12 [Congreso Continental de Teología] Acompañando nuestro caminar teológico latinoamericano

[Traducción:ricazuga51@yahoo.com].

http://www.redescristianas.net/2012/11/24/humanizar-a-la-humanidad-cuando-las-iglesias-van-a-despertarermanno-allegri-director-de-adital/

dimecres, 17 d’octubre del 2012

El Vaticano II, mirada de mujer

per Carmiña Navia Velasco

La iglesia católica necesitaba impulsos de renovación, de ello no hay ninguna duda en la distancia. Había pensamientos y búsquedas distintos, ensayos de aperturas, intentos de sintonías con el mundo moderno. El Concilio no sale de la nada, se prepara en procesos anteriores y/o simultáneos: Personajes como León Bloy, Maurice Blondel, Emanuel Mounier, Edit Stein, Dorothy Day, Madeleine Delbrél; teólogos como Marie Dominique Chenù, Ives Congard, Edwar Schillebeeckkx, Henri de Lubac; los movimientos laicales de acción católica especializada; la reflexión teológico-social en Lovaina; los obispos comprometidos con los pobres y la justicia en América Latina… todos estos caminos fueron cristalizando la urgencia de cambios más profundos. Es claro sin embargo que sin el talante profético de Juan XXIII no se habría hecho realidad esta necesidad sentida.

Los años en que se gesta la teología conciliar son los mismos en los que en América Latina se gesta la teología de la liberación. Estos caminos prepararían de manera especial a la iglesia del subcontinente para la reunión de Medellín que en 1968 actualiza los principales pasos inspirados en el Vaticano II.

La convocatoria al concilio, su preparación, sus primeros impulsos, generaron un clima de esperanza, de rejuvenecimiento, corrientes intraeclesiales que significaban dinámicas inéditas y novedosas. A pesar de los límites obvios del desarrollo y las conclusiones conciliares, los avances y lo conseguido en este tiempo de trabajo marcó a la iglesia fuertemente y permitió a los cristianos y cristianas una mayor cercanía a la sensibilidad y las preocupaciones modernas.

En las relecturas de este acontecimiento cada uno señala desde su propia sensibilidad esos límites. Jon Sobrino, por ejemplo dice lo siguiente:

La iglesia de los pobres es una clara laguna en el concilio, que no se puede llenar con textos, por muy importantes que sean por otros capítulos. La iglesia reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo. (LG 8). Estas palabras algo dice de la misión de la iglesia y de su espiritualidad, pero no toca su ser pobre, ni su destino de persecución por defender a los pobres. No se tenía en cuenta la dimensión histórica y dialéctica del pobre. Ni menos aún su dimensión salvífica; la iglesia debe servir a los pobres, sí, pero los pobres pueden salvar a la iglesia.

En esta perspectiva de las lagunas, es mucho más lo que se puede decir de la mujer.

El concilio preparó a la iglesia para encontrarse mejor con y en el mundo moderno ante el cual había y continúa habiendo una fractura. El concilio llenó a los católicos de optimismo. Juan XXIII en su discurso inaugural alienta a los conciliares con estas palabras:

La iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la iglesia tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas trágicas de la historia. Porque lo que se exige hoy de la iglesia es que infunda en las venas de la humanidad la virtud perenne, vital y divina del Evangelio…
Nos creemos vislumbrar en medio de tantas tinieblas, no pocos indicios que nos hacen concebir esperanzas de tiempos mejores para la iglesia y la humanidad.

Señalo algunos ejes como los principales logros de este acontecimiento eclesial:
  • Reconocimiento de la dignidad de los laicos y propuesta de una imagen de la iglesia como pueblo de Dios.
  • Propuso, aunque ello no se logró plenamente, la democratización de las estructuras propias internas, tratando de eliminar los verticalismos extremos.
  • Impulsó el aggiornamento, es decir la atención a los signos de los tiempos y la sintonía con el desarrollo del mundo actual.
  • Igualmente se avanzó mucho en el contacto directo de los y las católicos con la Palabra, a partir del Concilio la Biblia se difundió entre laicas y laicos, cosa no pensable antes.
Es claro que desde los impulsos iniciales y desde las intuiciones se realizó un esfuerzo, pero ese esfuerzo no dio de sí todo lo que se esperaba: la estructura eclesial con su peso de siglos impuso sus dinámicas de poder y exclusión. Gladys Parentelli, una de las mujeres latinoamericanas presente en los corredores del Vaticano, nos habla en estos términos de su profunda decepción:

En esa época yo me encontraba bien desorientada, decepcionada de la iglesia o de ese feo rostro de la iglesia que estaba conociendo. Recuerdo que en un oportunidad, erré durante horas por las calles de Roma, pensando en todo eso, y de repente, me encontré al borde del río Tíber, que me miraba desde su cauce de aguas turbulentas, marrones, contaminadas, y hasta, pienso, que llegué a preguntarme si tirándome al Tíber no se solucionaría, de una vez, toda esa sucia situación en la cual me encontraba. Mi desilusión era tal que eso me llevó a decidir no seguir allí perdiendo mi tiempo y regresar a Lovaina a continuar con mi trabajo. Aunque debo reconocer que esa fue una época de aprendizaje de todo tipo, especialmente acerca de los métodos de la curia. Regresé a Lovaina y ya no volví a asistir a la sesión del Concilio, que se clausuró ese mismo año. 

Juan XXIII primero y Pablo VI después, con mayor buena voluntad que lucidez o posibilidades reales, nombra a 17 mujeres auditoras en el Concilio. Estos nombramientos, que se hicieron por etapas, tuvieron mucha resistencia en la curia vaticana y su puesta en marcha y publicación se torpedearon continuamente. Fueron nombradas mujeres religiosas: superioras mayores y directoras y acompañantes de algunos movimientos internacionales de acción católica. Su labor fue absolutamente nominal: pudieron participar en las actividades aledañas al desarrollo mismo de las sesiones, pudieron llegar al Vaticano a algunas plenarias, pudieron estar presentes en la sala de prensa, pero nada más. No tuvieron ni siquiera la oportunidad de opinar sobre ninguno de los documentos a pesar de haberlo pedido. El nombre de auditoras pareció responder más bien a un deseo por parte de ambos Papas de un cierto testimonio de mujeres en el hecho mismo del Concilio sin que de ello se pudiera derivar ninguna intervención por su parte.

De otro lado la mención de la mujer en los documentos conciliares es totalmente marginal y circunstancial, sin que esas menciones conlleven, sugieran o motiven ninguna profundización en su verdadera realidad intra o extraeclesial. Quizás lo más significativo lo encontramos en la Constitución Gaudium et spes, nº 29:

Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física y a las cualidades intelectuales y morales. Sin embargo toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino. En verdad es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y a una cultura iguales a los que se conceden al hombre.

Como en otras oportunidades hay una declaración de principios impecable: se condena cualquier tipo de discriminación por cualquier razón de sexo y u otras condiciones, sin embargo a la hora de sacar las consecuencias prácticas parece aplicarse lo contrario a lo sugerido en el evangelio: se mira más la mota en el ojo ajena que la paja en el propio. Pareciera que la discriminación de la mujer se dé más en culturas donde hay una falta de libertad ostensible que en Occidente, donde por ser más sutil no deja de ser más real.

De otro lado se reconoce la justa lucha de la mujer por sus reivindicaciones y se afirma que allí encontramos un signo de los tiempos; igualmente se sostiene que es necesario que ella tenga un espacio especial y responsabilidades concretas en el apostolado laical. Se afirma igualmente el que la iglesia siempre ha defendido y reivindicado a la mujer.

Sin embargo, revisando detalladamente el Concilio desde la mirada y los intereses femeninos me voy a detener en dos limitaciones, ambas igualmente fuertes que se hicieron patentes en esos años y que siguen siendo patentes hoy.

De un lado no se reconoce a la mujer la posibilidad de un cambio radical y/o de cambios más o menos significativos en lo que respecta a entender su propia naturaleza, su vocación, su destino social. En el mensaje final de Pablo VI a las mujeres, al cierre del Concilio, se dice:

Vosotras las mujeres, tenéis siempre como misión la guardia del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna. Estáis presentes en el misterio de la vida que comienza. Consoláis la partida de la muerte. Nuestra técnica lleva el riesgo de convertirse en inhumana. Reconciliad a los hombres con la vida. Y, sobre todo, velad, os lo suplicamos, por el porvenir de nuestra especie…

La iglesia reivindica la igualdad de la mujer y el que se le trate bien, pero todo ello sin contemplar el que pueda asumir destinos diferentes a una vida ligada a la maternidad. Las posturas católicas oficiales muestran estar ancladas en una concepción naturalista y biologista de los seres humanos, que desconoce totalmente la construcción socio-cultural de la sexualidad y del género. Por ello a las mujeres se les ligan prioritariamente con su maternidad como destino. Destino que ella debe asumir y que la limita además de que la carga de obligaciones morales y sociales. Las consecuencias nefastas para la sociedad en su conjunto las podemos ver la mayoría de los barrios de las periferias urbanas de América Latina habitadas por mujeres que sostienen el 90% de la vida y por hombres completamente irresponsables, itinerantes y ausentes.

Quizás lo que es más importante. Ni en el Concilio, ni después la iglesia católica ha asumido una tarea absolutamente urgente y necesaria: Revisar a fondo, sin temores ni prejuicios el papel, la situación y la tremenda desigualdad de la mujer al interior de sus propias estructuras organizativas y pastorales. Mientras esta tarea no se cumpla, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que para las mujeres del mundo el Concilio no trajo una puesta al día.

La posición de la mujer al interior de la iglesia católica continúa respondiendo a un paradigma pre-moderno en el cual no se ha alcanzado la plena igualdad de derechos entre mujeres y varones. Se continúa denegando el acceso de la mujer al sacramento del orden y a la celebración de la eucaristía, elemento central de la vida cristiana. Las argumentaciones teológicas esgrimidas ya han demostrado su debilidad, igualmente las apelaciones a la tradición.

Es la cita de Sobrino con que iniciamos estas reflexiones: El Concilio impulsó muchas cosas en la iglesia, de cara a la sociedad en su conjunto, de cara a las otras formas religiosas… pero no realizó procesos de transformación estructural interna que permitiera dinamismos internos de cambios que ya eran necesarios en su momento, pero que hoy son urgentes.

Otro aspecto en el que se puede mirar el Concilio desde las mujeres, es en lo tocante a la Mariología. Fue un tema difícil, espinoso, ambivalente y al final contradictorio. Ya la declaración del dogma de la asunción en 1950 había generado mucho debate, la figura de María era además una de las barreras que separaban a los protestantes y católicos. La mayoría de los teólogos europeos influyentes en la preparación del Vaticano II apostaba porque se frenara la llamada divinización de María por parte de la religiosidad popular. Los conciliares bloquearon a María de Nazaret y quedó reducida a unos pocos numerales en el conjunto de los documentos.

La presión intelectual de los teólogos y de algunas teólogas logró racionalizar un poco más esta figura y hubo un gran avance en el sentido de que los ojos de los y las creyentes se volvieron hacia la mujer histórica, concreta y real que fue la madre de Jesús. En los años que siguieron al Concilio se profundizó mucho en la María de los evangelios y el Magnificat se convirtió en el himno de entrada a una nueva aproximación a la realidad de esta campesina judía. La Virgen de Guadalupe, la Aparecida y otras advocaciones latinoamericanas se convirtieron dentro del paradigma de la teología de la liberación en una motivación y respaldo para la lucha de liberación de estos pueblos. En cualquier caso lo poco que se desarrolló fue una mariología centrada en Jesús.

El tema femenino de fondo que ha acompañado siempre y acompaña la mariología, ese tema quedó intocado. En el concilio mismo y en la teología posconciliar. Catharina Halkes, una de las teólogas feministas que más ha escrito sobre la mujer María de Nazaret y sobre su imagen nos dice:

¿Cuál es la verdadera María? Se ve ya la escisión en Efeso, donde María asume el puesto de la Diosa Diana o Artemisa y configura el misterio de la madre divina, que es indispensable para los hombres. Esto, de hecho da origen a dos Marías. Primero, la María de la doctrina de fe, que siempre vigila para que la persona de María se mantenga subordinada a la de Cristo, de manera que su esplendor no disminuya u oscurezca el esplendor de Cristo, y en la que María debe su excelencia a la gracia de Dios y al nacimiento de Cristo. Segundo, además de esto está la María que vive en una piedad creciente y a veces extravagante, no sólo de parte del pueblo sencillo, sino también de hombres, santos y teólogos, como Bernardo. Esta piedad tiene un resplandor propio; es una reminiscencia que proviene de una necesidad primordial de lo que da, nutre y preserva la vida. Mientras exista estas diferencias, seguirá la confusión, pero esto reta aún más a profundizar en el análisis.

Durante el desarrollo mismo del Concilio y en los años inmediatamente posteriores en la reflexión y espiritualidad católicas se soslayó la realidad de María porque no se quiso abordar todo el tema de la imagen y realidad de la mujer que le estaban ligados. Fue necesario esperar a algunos desarrollos de la teología feminista para repensar a fondo el papel de la madre de Jesús en el panorama amplio del cristianismo y para revisar a fondo su estrecha vinculación con imágenes dañinas de la mujer, así como para proyectar nuevas imágenes que la acompañen en sus procesos de autoestima, autovaloración y liberación.

Cali – Agosto de 2012

Via Redes Cristianas

dimarts, 16 d’octubre del 2012

Teòlogues en el refectori dels monjos benedictins


Impresiones del Congreso Teológico Internacional “Las Teólogas vuelven a leer el Vaticano II: asumir una historia, preparar el futuro” celebrado en Roma del 4 al 6 de octubre de 2012 en el 50 Aniversario del Vaticano II
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@pazsantos.com MADRID.

ECLESALIA, 16/10/12.- Al llegar al Pontificio Ateneo S. Anselmo, bellísimo enclave monástico de monjes benedictinos, me dí cuenta inmediatamente de que el Concilio Vaticano II, que inició el Papa Juan XXIII en el año 1962, y del que celebramos este año el 50 aniversario, era la causa inicial de que este Congreso de teólogas se pudiera estar celebrando en semejante espacio.

Me comentaron que hasta principios de los años setenta, ninguna mujer había entrado en los metros cuadrados de este monasterio benedictino masculino. En los días que ha durado el Congreso, el gran refectorio (comedor de los monjes) se ha convertido en sala de conferencias para acoger a más de doscientas teólogas de veintidós nacionalidades: Argentina (3), Austria (1), Australia (2), Brasil (2), Canadá (2), Chile (1), Colombia (1), Croacia (3), Francia (4), Alemania (3), Italia (136), México (5), Nicaragua (1), Noruega (1), Paraguay (1), Perú (1), Rumania (3), España (43), Suiza (1), Reino Unido (8), USA (3), República Dominicana (1).

Como mujer me siento agradecida a Dios, a los padres conciliares y a los monjes benedictinos por este detalle que, como tantos otros que se introducen en la vida y dejan no llaman la atención, pero que no hay que perder de vista sobretodo pensando en lo que todavía queda pendiente después de cincuenta años del Vaticano II y hay que seguir en la brecha.

Si el espacio del Congreso me llevó a esta primera e inocente reflexión, qué decir del hecho de ver aquella gran sala llena de mujeres teólogas, muchas de ellas catedráticas en diferentes universidades del mundo. También me alegró ver la presencia de algunos hombres en este Congreso, tanto asistentes como ponentes de algunas charlas. Al fin, de lo que se trata es de caminar juntos.
Las 15 ponencias han tratado de transformaciones en la Iglesia y en el mundo en estos años, de antropología, relaciones eclesiales, instituciones, temas ecuménicos, cambios culturales, comunicaciones, etc. desde la perspectiva femenina en la Iglesia y en el mundo.

La presencia académica femenina en la Teología es un hecho sin retorno, pero además tiene por delante un camino que, como todo lo que es vida, no puede quedarse anclado en los logros y los reconocimientos, ni en los rechazos o zancadillas, sino avanzar haciendo posible que la mujer sea ciudadana de pleno derecho en la tierra como en el Cielo.
A continuación comparto algunos apuntes rápidos tomados en las conferencias
-          “Contra el poder, desafiar el sentido común: soñar y creer, crear lo que creemos y soñamos”
-          “La espiritualidad avanza a pasos agigantados, no así la teología”
-          “La teología feminista ha recuperado la conciencia de las mujeres sobre su noción de dignidad”
-          ¿Por qué se habla de toda la Iglesia si no está representado el 50% de la Iglesia?
-          “Hombres y mujeres son iguales, toda discriminación está contra el plan de Dios”
-          “Hay una dimensión moral en el trato de las mujeres en la Iglesia”
-          “Queda mucho por hacer para aumentar la autoridad de las mujeres en la Iglesia”
-          “En el Concilio de Nicea ya hubo participación de las mujeres”
-          “La mujeres fueron invitadas a participar en el Vaticano seis días después de empezar el mismo. No obstante, fue un paso importante, aunque tomado a toda prisa”
-          “Algunos padres conciliares habían solicitado  la participación de los laicos,
hombres y mujeres, que  participaron como auditores y en los ritos solemnes”
-          “Una mujer que fue invitada a participar, preguntó: ¿En qué reuniones puedo participar? Le contestaron: Sólo en las que afecten a las mujeres. Ella contestó: Bien, entonces, podré participar en todas”.
-           “La Iglesia puede aprender de las mujeres que enseñan con autoridad en nuestro tiempo”
-          “El magisterio es el arte de enseñar con autoridad”
-          “Magisterio, cuestión de qué y no de quién”
-          “Teología y Doctrina es el medio con que la Iglesia evoluciona con la Historia”
-          “La participación de las mujeres en la Iglesia se da desde el primer día de la creación de esta”
-          “Jesús fue ayudado por muchas mujeres que iban con Él”
-          “Desde el principio de la vida apostólica hubo mujeres: maestras, discípulas, profetas…”
-          “El magisterio debe involucrar a todo el pueblo de Dios” “Debe escuchar a las mujeres”.
-          “El Papa Benedicto XVI dijo refiriéndose a otras religiones: “No hay que tener celos”. Esto vale igual para las mujeres”
-          “El Papa Pablo VI, al ver a una auditora del Concilio, en una reunión con todos los auditores le dijo: “¡Ah, nuestra colaboradora!”
-          “Muchas voces de mujeres en la teología se consideran con sospecha”
-          “Teología: como ciencia (investigación) y como servicio a la Iglesia, aunque el resultado no esté de acuerdo con lo que dice la Iglesia, como ocurrió antes del Concilio con teólogos como Rahner, Congar, Lubac…
-          “La crítica a la Iglesia nunca ha sido bienvenida”
-          “Las mujeres han ejercido el magisterio en el servicio pastoral y en la enseñanza”.
-           “El Vaticano II tiene un futuro para los que nos siguen. Hay que contar el Vaticano II sino morirá con nosotros”
-          “Hay que seguir adelante más allá de las dificultades del momento”
-          “Se habla demasiado de las mujeres y sucede lo que decía Aristóteles: que cuando un modelo se llena de contenidos ya no sirve como modelo universal”
-          “Prevalece la idealización de la mujer, la exaltación de lo materno”
-          Situación ambivalente: por un lado se alaba a la mujer y, por otro, no se acepta en espacios eclesiales y políticos”
-          “Hay que llegar a comprender cual es el miedo que provoca lo femenino, para llegar a una justicia social”
-          “Concilio: todos los fieles y no sólo los obispos son responsables de su fe, conferida en el bautismo”
-          “La conciliaridad debe suceder no sólo a nivel eclesial sino también a nivel local, regional, universal, ordenes religiosas, etc”
-          “Situar otra vez a Cristo en el centro, no sólo en la espiritualidad sino también en la teología”.
-          “Se pide a la Iglesia que presente y hable de Dios y no tanto de la Iglesia”.
-          “La Iglesia ha de ser signo de los tiempos compartiendo con otras Iglesias que pueden tener otras perspectivas”
-          “Ha de considerar el tema de las mujeres como prioritario, tomando en cuenta los dones de las mujeres. Tiene que ser la Iglesia de todo el pueblo de Dios”
-          “Hay que predicar el evangelio de manera creíble”
-          “Ante los cambios no se puede ser sólo observador”
-          “El empuje de Pedro se quedaría en nada sin Cristo”
-          “La confianza debe estar presente”
-          “La profecía es en nuestros días, más que nunca, cosa a ver de forma personal y comunitaria”
-          “Se pide al Sínodo que se plantee que la infecundidad de la evangelización hoy es un tema de espiritualidad y compromiso”
-          “La situación actual es complicada y compleja, y mucho más para la mujer”

Por último, quiero resaltar escuetamente, lo que dijo una joven teóloga italiana (Simona Borello) en su ponencia “La tensión intergeneracional”:
-           “¿Quiénes serán nuestros compañeros de viaje?”
-          “La Iglesia ha de cambiar el lenguaje para hacer llegar el mensaje de Jesús a las nuevas generaciones”
-          “Los textos del Concilio habrán de ser leídos de otra manera, de forma que se entiendan”
-          “Lugares de misión: nuevas tecnologías”

No puedo dejar a un lado algo que he echado de menos en el Congreso: alguna ponencia sobre la Teología de la Liberación a cargo de teólogo o teóloga de Latinoamérica. Se me hace extraño ya que esta teología es fruto del Vaticano II y en cuanto a la incidencia en la vida de las mujeres de los países comprendidos entre la frontera del Río Bravo y la Tierra de Fuego, es vital. Sin olvidar la opción por los pobres y su causa, que tiene en su haber mártires venerados por el pueblo sencillo, como Mons. Romero, y miles “sin nombre” para nosotros pero bien escritos en el corazón de Dios.
Me hubiera gustado más tiempo para la palabra y el debate y también, sin duda, la celebración de una Eucaristía donde ofrecer lo vivido y pedir alegría y energía para lo que habrá que vivir.

El último día por la tarde asistimos a una sencilla obra de teatro “Il papa, la carezza , la luna”en donde quedó reflejada la personalidad del Papa Juan XXIII y su inspiración para convocar el Concilio. La teología de la Liberación tuvo su especial homenaje. Me alegré.

Un momento especialmente interesante del Congreso fue el testimonio de algunas personas que participaron. Hubo 23 mujeres, entre ellas María Luz Longoria de Alvarez Icaza, mexicana, casada y madre, entonces de 12 hijos (luego tuvo dos más) fue invitada junto a su marido, como representantes de una asociación católica de familia y matrimonio. Habían hecho una encuesta en su país recogiendo más de 20.000 respuestas de matrimonios católicos: el trato a los divorciados y la aprobación de los métodos anticonceptivos fueron votados masivamente como temas que debían ser tratados y cambiados en la Iglesia.

Contó, Mª Luz, una anécdota interesante que ocurrió gracias a que un obispo de Canadá le pidió que intercediera a la hora de tratar el tema del matrimonio, para que se cambiara el segundo fin del matrimonio “como remedio para la concupiscencia”… (aquí hubo carcajada general en el auditorio) y se pasara a considerar que la sexualidad es medio para el aumento del amor entre marido y mujer. Mª Luz pidió la palabra tímidamente, pues era la única esposa y madre ante cardenales, obispos y teólogos y les dijo que pensaran en sus madres, considerando si cuando ellos fueron concebidos, se plantearon el hecho como concupiscencia o bien por el amor entre sus padres. Cuando acabó de hablar, reinó un gran silencio seguido de un intenso debate. Ella no entendió nada porque hablaban en latín. Al final la enmienda fue aprobada. Creo que el Espíritu Santo sopló suavemente a Mª Luz para que hablara a los padres conciliares de la sencilla teología de la vida, la familiar, la doméstica, la del amor de los que se aman que no es “terapia anti-concupiscencia”.
Queda un año por delante para celebrar el 50 aniversario del Concilio Vaticano II, será un tiempo bueno para seguir investigando a nivel teológico en los documentos; también de forma personal como bautizados y de forma comunitaria: en nuestros grupos de oración, animando al debate a los jóvenes, compartiendo con sacerdotes, religiosos y religiosas, monjes y monjas… todos.
Hay mucho por hacer y está escrito en los documentos conciliares… sacudamos el polvo y que se abran las ventanas para que entre el Espíritu que movió al Papa Juan XXIII a convocar el Concilio Vaticano II y nos anime a todos a seguir adelante perdiendo el miedo a los cambios, nos aumente la Fe, sin dejar atrás la Esperanza y el Amor: es un trío que siempre va junto.

Desde aquí quiero agradecer a las teólogas italianas y a todas las personas que se han ocupado de la logística del Congreso, su dedicación, trabajo y buen hacer. 

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

divendres, 12 d’octubre del 2012

Hildegard de Bingen, doctora


"Este honor a Hildegard, presencia femenina activa, fecunda y creativa de su tiempo, debe ayudarnos (especialmente, a la Iglesia jerárquica) a elaborar una teología realmente católica, es decir, que dé cabida a las experiencias de todos los miembros de la Iglesia: mujeres, y hombres, laicos y clérigos.”

Honor a la teología hecha por mujeres
(Carlos Ayala Ramírez- Adital) Después de 833 años, la Iglesia católica otorgó el título de Doctora de la Iglesia Universal a la religiosa alemana Hildegard von Bingen, quien vivió en el siglo XII. En ese momento, como en otros, la historia que se enseñaba y se escribía en libros y memorias se fijaba, sobre todo, en figuras masculinas. Se daba por supuesto que el sujeto que hacía teología era siempre un sacerdote; por lo tanto, un varón. Pero los cimientos ocultos de esa civilización reposaban, en lo esencial, sobre mujeres que fueron grandes cristianas, llenas de inteligencia y de virtudes. Es el caso de Hildegard.
En una solemne ceremonia, el domingo 7 de octubre, en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI proclamó doctores de la Iglesia a san Juan de Ávila, sacerdote diocesano, y a santa Hildegard von Bingen (1098-1179), monja profesa de la Orden de San Benito. Hildegard es la cuarta mujer que recibe el título de Doctora de la Iglesia. La precedieron Catalina de Siena, Teresa de Jesús y Teresita del Niño Jesús. Después de Evangelista y Apóstol, el título más exclusivo que se concede es el de Doctor de la Iglesia. Doctor, que etimológicamente quiere decir “el que enseña” o “el enseñante”, es un título que dentro de la Iglesia y con carácter universal solo se había aplicado hasta ahora a 33 cristianos, a los que se suman estos dos nuevos doctores. En toda la historia del cristianismo han recibido este honor 31 hombres y solo 4 mujeres. Entre los nombres más conocidos se encuentran Agustín de Hipona, Jerónimo, Tomás de Aquino, Juan Crisóstomo, Buenaventura, Francisco de Sales y Antonio de Padua.
Hildegard von Bingen es considerada una de las mujeres más extraordinarias de la Edad Media. Fue compositora, poeta, naturalista, fundadora de conventos, teóloga, predicadora, taumaturga y exorcista; desveló los secretos de la Creación y la Redención, y la relación entre todas las obras creadas. Dio guías de conducta para alcanzar la vida eterna y se ocupó del funcionamiento del cuerpo humano, sus enfermedades y remedios.
Fue una mujer que se escribía con emperadores, reyes y nobles, la primera que predicó en público y la primera abadesa de un convento independiente de monjas. Todo ello no fue fácil en un contexto donde el derecho eclesiástico confirmaba el sometimiento de la mujer al varón por razones naturales y donde la mujer se mantenía excluida de todos los ministerios eclesiásticos. Más difícil todavía si consideramos que el contenido de su predicación giró en torno a la redención, la conversión y la reforma del clero, criticando fuertemente la corrupción eclesiástica.
Sin embargo, no hay que olvidar que en ese período los monasterios fueron semilleros de donde salieron mujeres que ocupan un lugar eminente en la historia cultural medieval. Allí se les proporcionó a las solteras y a las viudas de la nobleza tanto el espacio como las posibilidades de acción que la sociedad les negaba; encontraron posibilidades de educación y una nueva afirmación femenina.
De esta forma, unas pocas monjas, como Hildegard, Brígida de Suecia, Catalina de Siena y más tarde Teresa de Ávila, tomaron parte activa en la política de la Iglesia; de hecho, gozaron de una autoridad carismática sin precedentes. En el terreno de la mística, las mujeres mostraron mayor imaginación y creatividad que los hombres. El misticismo, entendido como la experiencia directa e intuitiva de la unión con la presencia divina, fue considerado por muchos como una alternativa espiritual frente a los dogmatismos, formalismos y autoritarismos propios de la época. Esto explica, en parte, el hecho de que su aparición estuvo acompañada por conflictos con la Iglesia oficial católico-romana, que temía perder el monopolio en la administración de la Palabra y el sacramento.
Desde su experiencia mística, Hildegard predicó en iglesias y abadías sobre los temas que más urgían a la Iglesia: la corrupción del clero y el avance de los cátaros (movimiento crítico al sistema romano que adoptó como programa la predicación laica y la pobreza apostólica). En uno de sus viajes, cuando visitó Colonia para predicar contra los cátaros, recriminó con dureza la vida disoluta que llevaban los mismos canónigos y los clérigos, la falta de piedad de estos y del pueblo cristiano en general. Fue la única mujer a quien la Iglesia permitió predicar al pueblo y al clero en templos y plazas. Sus amonestaciones fueron comparadas con el mensaje crítico de los antiguos profetas.
La proclamación de Hildegard como la cuarta doctora de la Iglesia nos ha hecho pensar de nuevo en la presencia de la mujer en el quehacer teológico. O, dicho de otro modo, en una teología hecha por mujeres. Hoy día encontramos —sin ser suficientemente valorados por la autoridad eclesiástica— diferentes ámbitos en los que las mujeres viven su fe y realizan su tarea teológica.
El primero es el ámbito de la convivencia, de la transmisión oral, del compartir la vida. Se trata de una reflexión sapiencial que brota de la existencia. Muchas mujeres dotadas de una intuición especial son capaces de aconsejar, de intuir dificultades, de animar, de proponer salidas a los problemas y de confirmar la fe de muchos.
Otro ámbito ocupado mayoritariamente por las mujeres es el de la catequesis. Son las catequistas las encargadas de la iniciación cristiana en niños y jóvenes. A veces, sus enseñanzas repiten en buena medida lo aprendido en su propia infancia. Pero hay también quienes transmiten un cristianismo de seguimiento a Jesús de Nazaret, de lucha por la justicia, de valoración de la vida.
Un tercer ámbito es la labor de las religiosas en los pueblos y barrios. Desde su fe compartida han mostrado la imagen de un Dios comprometido con la liberación de los pobres, de una María de Nazaret próxima a los problemas de las mujeres, de un Jesús compasivo en el sufrimiento humano.
El cuarto ámbito de la teología hecha por mujeres (teología feminista) está referido a las que ejercen el ministerio teológico en institutos y facultades de teología. Su talante se ha mostrado más sensible a los misterios de la gracia que al misterio de la creación, más al misterio de la redención y de la bondad humanitaria de Dios que a su omnipotencia, sabiduría y justicia.
En suma, este honor a Hildegard, presencia femenina activa, fecunda y creativa de su tiempo, debe ayudarnos (especialmente, a la Iglesia jerárquica) a elaborar una teología realmente católica, es decir, que dé cabida a las experiencias de todos los miembros de la Iglesia: mujeres, y hombres, laicos y clérigos.