dijous, 28 de febrer del 2013

Bon dia! Avui és 28 de febrer



De l'Evangeli: "Si no fan cabal de Moisès i dels Profetes, ja pot ressuscitar un d'entre els morts, que no se'n convenceran pas" 

De l'Ofici de Lectura: "El temor de Déu hem d'aprendre'l, ens és ensenyat. I no rau en el terror, sinó en la raó d'un ensenyament; no rau en una por de la naturalesa humana, sinó que s'aprèn en l'observança dels preceptes, en les obres d'una vida lliure de pecats i en el coneixement de la veritat.

Per a nosaltres el temor de Déu és tot dins de l'amor, i és l'amor perfecte el que el corona. El deure propi del nostre amor a Déu és obeir els seus manaments, observar els seus preceptes, confiar en les seves promeses" (S. Hilari de Poitiers).

Pregària (de Vespres de Dijous II de Quaresma): Concediu-nos la gràcia de reconèixer en cada persona la dignitat d'un fill vostre, redimit per la sang de Crist, a fi de respectar la llibertat i la consciència dels nostres germans.

Santoral

Sants Cira i Marana, recloses, verges; Osvald, bisbe; màrtirs d'Alexandria; Romà i Lupici de Condat, abats; Silvana, màrtir; Sirina de Pèrsia, màrtir; Ruel·lí de Tréguier, bisbe; Cecilina de Nantias, eremita; Osvald de Worcester, bisbe.

Beats Timoteu Trojanowski, màrtir, religiós, prevere; Antònia de Florència, abadessa; Pau Uchibori Sakuemon, màrtir, samurai; Gaspar Kisaiemon, Maria Màe i companys màrtirs d'Unzen (Nagasaki); Ciríaco María Sancha y Hervás; Daniel Brottier, religiós, prevere.

Venerables Teodulf de Trèveris, eremita; Elisabet de Pomerània, religiosa; Jean-Claude Colin, fundador de la Societat de Maria.

dissabte, 16 de febrer del 2013

Una lliçó essencial


El protagonista SEMPRE és Déu.

Quaresma: Del dol a la dansa


CAMBIASTE MI LUTO EN DANZA
Esa “escuela de danzantes” que llamamos Cuaresma


Dolores Aleixandre

Vivir la Cuaresma desde la insistencia en nuestra necesidad de conversión como única “banda sonora”, puede tener el efecto contrario de lo que pretende y convertirnos (mira por donde…) en gente frustrada por no alcanzar tan altas metas de perfección o, siguiendo la metáfora de la danza, agarrotados tímidamente en un rincón de la sala de baile, torpes de pies y duros de oído para captar la música que intenta seducirnos con su ritmo, incapaces de aventurarnos en un movimiento que no sabemos dónde puede conducirnos.
Biblioteca de l’École Biblique de los dominicos en Jerusalén: dos de mediodía, allá por abril del año 87. La sala desierta y yo sentada delante de una mesa llena de libros y diccionarios, con toda una tarde de estudio por delante y conectada, como único consuelo, a una emisora de música clásica a través de un pequeño transistor.

Desde mi vocación frustrada de directora de orquesta y aprovechando la soledad, me puse a dirigir con la derecha la Sinfonía 40 de Mozart, mientras sostenía un libro con la otra mano. Al cabo de un rato, levanto los ojos y veo a un cura pakistaní, vecino habitual de mesa, parado en el umbral de la puerta mirando hacia mí con asombro. Como de lejos mis pequeños auriculares eran invisibles y sólo percibía el frenesí descontrolado de mi mano, debía pensar: “Esta pobre mujer, tantas horas aquí sentada, ha debido trastornarse un poco…”. Hice como que me rascaba la cabeza para disimular, suspendiendo en el acto el concierto. De entrada, me reí por dentro por lo ridículo de la situación, pero luego empecé a verla como una preciosa parábola: ¿y si la fe fuera la música interior a la que damos oído, que nos hace movernos con un determinado ritmo y a realizar unos gestos incomprensibles para quienes no la escuchan?. Y cuando decae nuestra danza ¿no será porque nos hemos desconectado de la frecuencia del Evangelio?

Recuerdo la anécdota al comenzar esta Cuaresma porque me sigue pareciendo que a este tiempo litúrgico le quedan resabios de las costumbres preconciliares y están presentes más componentes de “luto” que de danza. Es verdad que ya no nos dicen aquello de “Acuérdate de que eres polvo y en polvo te convertirás…”, ni vestimos los santos de morado, ni necesitamos tomar la bula (en el colegio nos advertían que no se podía decir “comprar” porque entonces era simonía, pecado con nombre propio que me resultaba a la vez amenazador e interesante). Quizá cantamos otras cosas en vez del “Perdón oh Dios mío, perdón y clemencia, perdón e indulgencia, perdón y piedad”, pero aún escucho en alguna parroquia el espantoso “No estés eternamente enojado” que sigue grabando en las conciencias la imagen de un dios enfurecido e iracundo, que se aplaca inexplicablemente cuando nos ve haciendo el Via Crucis o comiendo los viernes pescadilla en vez de pollo.

Pero eso no son más que anécdotas intrascendentes, porque creo que hay algo que nos paraliza más es una excesiva y monotemática insistencia en los aspectos éticos del cristianismo, que hacen de él una cuestión fría y sin alegría. Comentando las consecuencias de fomentar casi únicamente los “imperativos” en vez de los “indicativos”, dice Klaus Berger: “Es probable, que esta “espiritualidad”, quizá no precisamente dichosa, requiera la ayuda que puede llegarle del modelo del amor y la alegría. Pues probablemente por eso hablan tanto los místicos del siglo XII de amor, de amistad, de abrazar y besar, de alegría contagiosa y de la ternura del corazón: porque la seriedad de la vida austera siempre corre el peligro de malograr el alegre mensaje del Evangelio.(…) Posiblemente son dos las expresiones fundamentales de la espiritualidad cristiana. Una está orientada al Viernes Santo, por mencionar un lugar común, y pone en el centro el pecado, la culpa, el juicio vicario sobre Jesús y la sentencia absolutoria. La otra está orientada hacia la Pascua y pone en el centro la alegría, la bienaventuranza, la transformación y la risa que tiene por objeto la muerte y el diablo. Y no se trata de contraponerlas entre sí, sino de reconocerlas como formas complementarias de piedad.” ["¿Qué es espiritualidad bíblica?. Fuentes de la mística cristiana." Sal Terrae, Santander 2001, 202.204]

Vivir la Cuaresma desde la insistencia en nuestra necesidad de conversión como única “banda sonora”, puede tener el efecto contrario de lo que pretende y convertirnos (mira por donde…) en gente frustrada por no alcanzar tan altas metas de perfección o, siguiendo la metáfora de la danza, agarrotados tímidamente en un rincón de la sala de baile, torpes de pies y duros de oído para captar la música que intenta seducirnos con su ritmo, incapaces de aventurarnos en un movimiento que no sabemos dónde puede conducirnos.

“¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños que, sentados en la plaza, gritan a otros: “Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis”. (Lc 7,31-32). Así se quejaba Jesús, tratando de sacudir, por medio de un refrán popular, la incapacidad de los que le oían para salir de su anquilosamiento y comenzar a moverse en otra dirección diferente de la que esclerotizaba su mente.

Aquí está de nuevo la Cuaresma, dándonos la buena noticia de que tenemos otra oportunidad para danzar, como la tuvo para dar fruto aquella higuera estéril de la parábola de Jesús (Mt 21,18-19). Otra vez resuena en nuestros oídos la invitación de la carta a los Hebreos: “Así pues, nosotros, rodeados de una nube tan densa de testigos, desprendámonos de cualquier carga y del pecado que nos acorrala; corramos con constancia la carrera que nos espera, fijos los ojos en el iniciador y consumador de la fe, en Jesús.” (Hb 12,1-2) El término griego archegós evoca al que va delante, al cabeza de fila, al que inicia la danza, podríamos traducir nosotros, sin equivocarnos demasiado.

Estas páginas van a tener como telón de fondo cinco lugares a los que nos convocan los evangelios domingos de Cuaresma: el desierto de Judea, la montaña de la transfiguración, el pozo de Siquem, la alberca de Siloé y la tumba de Lázaro.

Son lecturas que nos sabemos de memoria (¿otra vez la samaritana? ¿otra vez el ciego de nacimiento? ¡Son larguísimas…!). De ahí la propuesta de aproximarnos a ellas solamente desde alguno de sus ángulos, sin la pretensión inútil de abarcarlas o agotarlas. Entraremos en cada escena por alguno de sus resquicios, tratando de escuchar la música que las habita, sin escapar de las notas desestabilizadoras que resuenan en ellas, aunque nos creen incomodidad y desconcierto. Asociamos espontáneamente la presencia de Jesús al perdón, la paz, la reconciliación o la misericordia y es cierto que en él encontramos centramiento, armonía y luz. Pero los textos que vamos a leer nos descubren que también lo excéntrico, lo paradójico, lo imprevisible, lo inconveniente o lo intempestivo pueden llevar “marcas” de su presencia y pueden movilizar lo mejor de nosotros mismos, con tal que nos dejemos llevar por su ritmo.

En algunos de esos “escenarios de danza” oiremos además otras voces que desde la poesía, la teología o la espiritualidad “eleven los decibelios” de la melodía evangélica y hagan irresistible en nosotros el deseo de danzar. Aquí va, como pórtico, uno de esos textos:

BAILE DE LA OBEDIENCIA
Si estuviéramos contentos de ti, Señor, no podríamos resistir a esa necesidad de danzar que desborda el mundo y llegaríamos a adivinar qué danza es la que te gusta hacernos danzar, siguiendo los pasos de tu Providencia.
Porque pienso que debes estar cansado de gente que hable siempre de servirte con aire de capitanes; de conocerte con ínfulas de profesor; de alcanzarte a través de reglas de deporte; de amarte como se ama un viejo matrimonio.
Y un día que deseabas otra cosa inventaste a San Francisco e hiciste de él tu juglar. Y a nosotros nos corresponde dejarnos inventar para ser gente alegre que dance su vida contigo.
Para ser buen bailarín contigo no es preciso saber adónde lleva el baile. Hay que seguir, ser alegre, ser ligero y, sobre todo, no mostrarse rígido. No pedir explicaciones de los pasos que te gusta dar. Hay que ser como una prolongación ágil y viva de ti mismo y recibir de ti la transmisión del ritmo de la orquesta. No hay por qué querer avanzar a toda costa sino aceptar el dar la vuelta, ir de lado, saber detenerse y deslizarse en vez de caminar. Y esto no sería más que una serie de pasos estúpidos si la música no formara una armonía.
Pero olvidamos la música de tu Espíritu y hacemos de nuestra vida un ejercicio de gimnasia; olvidamos que en tus brazos se danza, que tu santa voluntad es de una inconcebible fantasía, y que no hay monotonía ni aburrimiento más que para las viejas almas que hacen de inmóvil fondo en el alegre baile de tu amor.
Señor, muéstranos el puesto que, en este romance eterno iniciado entre tú y nosotros, debe tener el baile singular de nuestra obediencia. Revélanos la gran orquesta de tus designios, donde lo que permites toca notas extrañas en la serenidad de lo que quieres.
Enséñanos a vestirnos cada día con nuestra condición humana como un vestido de baile, que nos hará amar de ti todo detalle como indispensable joya. Haznos vivir nuestra vida, no como un juego de ajedrez en el que todo se calcula, no como un partido en el que todo es difícil, no como un teorema que nos rompe la cabeza, sino como una fiesta sin fin donde se renueva el encuentro contigo, como un baile, como una danza entre los brazos de tu gracia, con la música universal del amor.
Señor, ven a invitarnos.
(Madeleine Delbrel)
Via Eukleria 

dimecres, 13 de febrer del 2013

No de qualsevol mena!


Dimecres de Cendra


Avui comença el nostre camí cap a la Pasqua.

Reconeguem el que som: 
matèria destinada a convertir-se en pols,
persones sovint fetes pols,
activitats i vanitats que desapareixen de la vista,
com la pols bufada per l'aire.

Vides cristianes que, ben mirades, 
sovint tenen més pols de segles antics
o de la nostra infantesa,
que vida i energia -foc- de l'Esperit que actua ara i aquí.

Pols de cada dia, que ens embruta els peus,
després de fer camí entre tantes situacions humanes complexes.

Pols que es diposita en el nostre cor
quan no el cuidem, 
i amaga la imatge de Déu en nosaltres.

Cendres que assenyalen tantes formes de mort
que amenacen la Vida Plena 
que Déu ens regala.

Recollim avui, amb humilitat, aquesta Cendra que se'ns imposa, el signe de la nostra més profunda veritat, de la nostra necessitat de guariment, de salvació.

I, amb la mirada posada en el Senyor Jesús, recorreguem amb ànim i dedicació els quaranta dies de catecumenat intens, perquè puguem reviure, plens de goig i gratitud, el misteri del Seu Amor i el do del nostre propi Baptisme.

Bon camí vers la Pasqua del Senyor!

dimarts, 12 de febrer del 2013

El Papa ha renunciat. Preguem.


Germans i germanes, la notícia de la renúncia del Papa Benet ens ha agafat a tots fora de joc. 

És d'agrair l'esforç que ha fet aquests anys, des de la seva vellesa, per servir l'Església. I també la seva honradesa a l'hora de prendre aquesta decisió. 

Recordem-lo en la nostra pregària personal.

I, bé, ell mateix ens imposa una nova intenció de pregària per a aquesta Quaresma que està a punt de començar: l'elecció del seu successor. 

Preguem, doncs, perquè el Conclave estigui atent a la veu de l'Esperit Sant i elegeixi un nou Pastor de l'Església segons el Cor del Senyor.

dissabte, 9 de febrer del 2013

Per parlar amb Déu

Un día el alumno de un maestro espiritual fue a ver a su maestro.

-Dicen que antiguamente había personas que paseaban y hablaban con Dios 

¿Por qué ya no hay nadie que lo haga?

-Porque en nuestros días nadie se inclina tan bajo, respondió el maestro.

Josep M. Fericgla

dissabte, 2 de febrer del 2013

No-profetes

PRIVADOS DE ESPÍRITU PROFÉTICO
JOSÉ ANTONIO PAGOLA

ECLESALIA, 30/01/13.- Sabemos que históricamente la oposición a Jesús se fue gestando poco a poco: el recelo de los escribas, la irritación de los maestros de la ley y el rechazo de los dirigentes del templo fueron creciendo hasta acabar en su ejecución en la cruz.

También lo sabe el evangelista Lucas. Pero, intencionadamente, forzando incluso su propio relato, habla del rechazo frontal a Jesús en la primera actuación pública que describe. Desde el principio han de tomar conciencia los lectores de que el rechazo es la primera reacción que encuentra Jesús entre los suyos al presentarse como Profeta.

Lo sucedido en Nazaret no es un hecho aislado. Algo que sucedió en el pasado. El rechazo a Jesús cuando se presenta como Profeta de los pobres, liberador de los oprimidos y perdonador de los pecadores, se puede ir produciendo entre los suyos a lo largo de los siglos.

A los seguidores de Jesús nos cuesta aceptar su dimensión profética. Olvidamos casi por completo algo que tiene su importancia. Dios no se ha encarnado en un sacerdote, consagrado a cuidar la religión del templo. Tampoco en un letrado ocupado en defender el orden establecido por la ley. Se ha encarnado y revelado en un Profeta enviado por el Espíritu a anunciar a los pobres la Buena Noticia y a los oprimidos la liberación.

Olvidamos que la religión cristiana no es una religión más, nacida para proporcionar a los seguidores de Jesús las creencias, ritos y preceptos adecuados para vivir su relación con Dios. Es una religión profética, impulsada por el Profeta Jesús para promover un mundo más humano, orientado hacia su salvación definitiva en Dios.

Los cristianos tenemos el riesgo de descuidar una y otra vez la dimensión profética que nos ha de animar a los seguidores de Jesús. A pesar de las grandes manifestaciones proféticas que se han ido dando en la historia cristiana, no deja de ser verdad lo que afirma el reconocido teólogo H. von Balthasar: A finales del siglo segundo "cae sobre el espíritu (profético) de la Iglesia una escarcha que no ha vuelto a quitarse del todo".

Hoy, de nuevo, preocupados por restaurar "lo religioso" frente a la secularización moderna, los cristianos corremos el peligro de caminar hacia el futuro privados de espíritu profético. Si es así, nos puede suceder lo que a los vecinos de Nazaret: Jesús se abrirá paso entre nosotros y "se alejará" para proseguir su camino. Nada le impedirá seguir su tarea liberadora. Otros, venidos de fuera, reconocerán su fuerza profética y acogerán su acción salvadora.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).