diumenge, 25 de setembre del 2011

Lo que de verdad importa


Jesús está en el Templo. Discute con los ancianos y los sacerdotes más eminentes, que cuestionan su manera de proceder. Jesús les afea la pobreza de su compromiso, ya que hacen lo posible para no hacer una valoración clara de Juan Bautista (v. 23-26), como tantos que, para no perder algo, juegan a la diplomacia en la política, en las organizaciones y en la misma Iglesia. Jesús, que no soporta la indefinición, se embala:

“Pero, ¿qué os habéis creído? ¿Pensáis de verdad que sois tan importantes como creéis? ¿Imagináis que Dios os tiene más en mayor consideración y os prefiere, e incluso “acepta” todo lo viene de vosotros porque sois sacerdotes, porque tenéis cargos relevantes, porque todos escuchan vuestras palabras, porque sois los que mandáis?

Pues os fastidiaré el día, porque tengo dos malas noticias para vosotros:
Primera. Lo que vale no es todo lo que decís, sino lo que hacéis. Os pasáis la vida echando discursos sobre Dios y sobre su voluntad, pero no movéis un dedo. Dios prefiere a aquellos que hacen lo El quiere, incluso si su primer impulso es protestar y negarse. Con razón se queja Dios de vosotros: le alabáis con los labios, pero vuestro corazón está lejos de El. Pretendéis enseñar la fe, la Ley y determinar cómo se debe obrar en tal y cual circunstancia y qué ha de ser prohibido y castigado, pero no pensáis ni sentís ni actuáis como Dios espera de vosotros.

Segunda. En este momento preciso, tenéis un gravísimo problema: los que más despreciables os parecen, los que etiquetáis como “pecadores”, os están pasando por delante y os ganan por goleada delante de Dios. No es nada extraño. Vosotros os negáis a acoger y a reconocer a los profetas que Dios os envía, hacéis oídos sordos a lo que os dicen, celebráis que sean silenciados o los calláis vosotros mismos, incluso facilitando su muerte. Así ha pasado con casi todos los profetas. ¡Ay, os aferráis a vuestras creencias, a vuestras costumbres, a vuestros odres viejos! ¡Cuántas “seguridades” tenéis, a las que agarraros! Pero estos otros no tienen nada. Ni siquiera os tienen a vosotros, que estáis aquí para transmitirles el consuelo de Dios. No les dirigís ni una sola palabra que les reconforte y les recuerde la bondad que Dios ha puesto en ellos, sean las que sean sus circunstancias. No les tenéis ni simpatía ni empatía: ni tan sólo los toleráis. Les combatís, y no les ayudáis a salir adelante. Incluso cuando les habláis de misericordia, les estáis negando a la vez el pan y la sal. Así que, finalmente, tienen los oídos afinados para reconocer a los que usan un tono distinto. Así pasó con Juan, y así está pasando también conmigo, aunque no os agrade. Al final, los que no tienen a nadie, escuchan a los que les comunican el amor que Dios les tiene. Los que no tienen ningún sustento humano se pegan como una lapa a la bondad de Dios, porque es lo único que tienen asegurado, su única esperanza. Y es así como recuperan su dignidad, cómo consiguen vivir, ¡o sobrevivir! Incluso sin contar con vosotros.”

Y Jesús continuó: ¿No os estáis dando cuenta del daño que estáis haciendo a Israel, al Pueblo de Dios? Pues os lo explicaré de otra manera… (Si queréis seguir, podéis enlazar con Mt 21,33-46).

Conclusión

Lo que de verdad importa: En orden de aparición: 1) lo que hacemos y 2) vivir totalmente unidos a Dios y no juzgar ni rechazar a “los pecadores”.

Nota: Ruego que no se entienda esta conclusión al modo pietista. Dios es sumamente práctico. El texto está escrito aposta para que se puedan encontrar líneas de reflexión-acción a nivel personal, comunitario y eclesial. Cada cual sabrá dónde le pica más.

(Sobre Mt 21, 28-32)

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